«Nos van a faltar reservas de sangre»
Tino Valdés, Carlos Vigil y Ernesto Marcos presiden las asociaciones de donantes y ponen cara a los miles de brazos solidarios
Entre los tres suman muchas décadas de entrega voluntaria y más de 200 donaciones de sangre a lo largo de los años. Porque fue así, poniendo el brazo cuando no habían cumplido aún los 20, como comenzó la relación de Manuel Faustino Valdés Cabo, Carlos Vigil Blanco y Ernesto Marcos Antuña con la donación de sangre. El primero preside la Asociación de Donantes de Sangre de Gijón y la Federación de Donantes de Sangre del Principado. Carlos Vigil lleva años al frente de la Asociación de Donantes de Sangre de Avilés-Corvera. Y Ernesto Marcos la Hermandad de Donantes de Asturias, en Oviedo. Hermandad porque de eso se trata, «de dar sangre de hermano a hermano».
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Los tres rememoran aquellos inicios de la mano de un grupo de hematólogos asturianos que trataban de asegurar las reservas de sangre evitando «prácticas ilegales», lamentan que cada vez cueste más asegurar esas reservas y echan de menos una mayor implicación por parte de algunos médicos. Sobre la mesa, medio en broma medio en serio, dejan ideas como la posibilidad de que donar sangre desgrave, como lo hacen las donaciones económicas. O que se informe a los pacientes de algunas cirugías y a sus familiares de cuántas bolsas ha necesitado, del mismo modo que en algún momento se ha informado del coste. Quizás así, dicen, seamos conscientes de que «la sangre es lo único que no podemos encontrar en la farmacia».
–¿Cómo surgieron las hermandades?
–Con la llegada de emigrantes y el crecimiento de la industria. Aumentan las necesidades sanitarias y cuando alguien tenía que ser operado tenía que llevar varios donantes al hospital. Pero no todos podían. Había que conseguir igualdad y evitar el tráfico ilegal.
–¿Somo generosos los asturianos?
–Somos los terceros en el ranking nacional...
–Es decir, que sí.
–Bueno, podríamos estar mejor. Tenemos la población más envejecida de España y, por lo tanto, aumentan las necesidades. Cada vez cuesta más llegar a lo que necesitamos, entre 180 y 200 bolsas diarias, porque es más la gente que tiene que dejar de donar, por edad, que la que comienza a hacerlo. A los 18 años están pensando en sacar el carné de conducir, no en donar sangre... La OMS recomienda que por cada millón de habitantes haya mil bolsas de reserva. Pero no las tenemos todo el año...
–¿Cuándo se da un momento crítico? ¿Cuándo hay que hacer un llamamiento a la población para que acuda?
–Cuando tenemos 400 bolsas estamos en números rojos, pero es verdad que cuando haces esas campañas por urgencias la gente responde siempre. Por eso es importante que cada persona que dona lo haga dos veces al año. De las más de 26.000 personas que donan, entre 17.000 y 18.000 solo hacen una vez. Por ejemplo, los jóvenes: participan en una campaña en la Universidad pero no vuelven a hacerlo. La gente va al hospital y cree que la sangre viene de la farmacia como un medicamento más. Pero no. La sangre es lo único que no hay en la farmacia. Tienes sangre gracias a un brazo solidario que pasaba por allí.
–¿Y qué se puede hacer para atraer a nuevos donantes? ¿Qué mensaje se puede lanzar?
–Es complicado... Ocurre como con el voluntariado: cada vez es más difícil encontrar a gente que se comprometa no solo en momentos puntuales, sino a más largo plazo. Así que en Asturias, a medio o largo plazo, tendremos problemas. Es así: dejas de donar a los 70 o antes si hay problemas de salud pero vives hasta los 90. La esperanza de vida aumenta y las necesidades también.
–¿Y qué hacemos?
–Toda ayuda viene bien. Lo más difícil es lograr un donante en el entorno familiar. Cuando consigues uno, anima a los demás. Sería importante que la gente joven se incorporase a la donación lo antes posible.
En este punto, Ernesto Marcos cuenta su propia experiencia: «Soy donante porque mis padres lo eran. Mi tío tenía muchos problemas de salud y siempre viví, desde niño, la donación». Cuando cumplió la edad no se planteó otra posibilidad.
La experiencia personal de cada uno es diferente, aunque todos coinciden en que la donación pasa «a formar parte de tu vida». Hasta tal punto que Carlos Vigil se emociona al explicar que tuvo que dejar de donar antes de tiempo por problemas de salud. Como Ernesto Marcos, diabético, que prefirió la medicación a la insulina todo el tiempo que pudo para seguir donando. Hasta que dejó de ser posible. «Cuando dejas de donar parece que te robaron algo», coinciden.
–¿Y las administraciones? Porque ustedes son voluntarios...
–Echo en falta que los profesionales levanten un poco la voz y hagan apología de la donación (responde rápido Tino Valdés y asienten sus compañeros). Como saben que tienen las necesidades cubiertas, la mayoría no le da importancia. Pero deben recordar que ese quirófano en el que ellos pueden operar está abierto gracias a esas bolsas. Todavía hace poco se lo dijimos a la consejera, que hay que incentivar a los médicos. Si no, vamos mal... Creen que es algo así como una obligación del sistema y solo se acuerdan en momentos puntuales.
«Se nos llena la boca hablando de trasplantes, pero ¿cuántas bolsas de sangre se necesitan?»
«Echamos de menos que los médicos hagan más apología de la donación»
«Cuando a los 70 años tienes que dejar de donar parece que te roban algo»
–Cuando no hay sangre...
–Bueno, pero entonces reprograman las operaciones y ya está. En Asturias se nos llena la boca hablando de los trasplantes, por ejemplo. Pero no podemos olvidar que un trasplante hepático conlleva 50 bolsas y uno de corazón, 30 o 35. Yasí sucesivamente. Decimos +«hicimos tantos trasplantes este año». Pero... ¿Cuántas bolsas de sangre se necesitaron? Hablamos mucho también de las donaciones de médula, pero puede pasar toda tu vida sin que lo tengas que hacer. En cambio, con la sangre, puedes poner el brazo varias veces al año. Sin olvidar la cantidad de veces que se detecta algo de salud en el donante gracias al análisis que se hace.
–¿También hay dificultades para encontrar voluntarios para las asociaciones y hermandad?
–Pasa exactamente como en el movimiento vecinal, lo dicen los presidentes: no hay relevo generacional, cuesta que entre gente nueva. Funcionamos en gran parte gracias a los coordinadores, en Oviedo por ejemplo tenemos más de 130. Conseguimos muchos gracias, precisamente, a las asociaciones de vecinos. Los coordinadores se distribuyen por barrios y ayudan con la organización de las unidades móviles: te dicen que día y qué calle es la mejor para acudir, por ejemplo.
–Al final todo depende del Centro Comunitario de Sangre y Tejidos del Principado. ¿Qué hacen entonces las hermandandes?
–El centro es el paraguas del que dependemos todos. Somos unos 'mandados', el eslabón entre el centro y el donante. Somos la calle: nos preocupamos de tramitar los permisos con los ayuntamientos, hablar con la gente, con las asociaciones de vecinos... Y evitar las protestas, que siempre las hay: porque la unidad quita plazas de aparcamiento, porque hace ruido... Nunca podemos empezar las extracciones a la hora: siempre surge algo, como un coche mal aparcado. Y claro, da mala imagen que la unidad llame a la grúa... Así que muchísimas veces nos toca cambiar la unidad de sitio. Nosotros solo pretendemos dar facilidades al donante. También hay muchos comercios que colaboran, eh, no todo son problemas.
–¿Cómo recuerdan la pandemia? ¿Dificultó mucho la covid la recogida de sangre?
–Era complicado el proceso, gestionar los persmisos para salir de casa, las medidas de seguridad, pero la gente se volcó. Acudía porque sabían que había mucha necesidad. En el balance no fue un mal año, todo lo contrario.
–¿Por qué tanta implicación con esta causa? ¿Por qué siguen aquí tantos años después?
–Empiezas a colaborar y llega un momento en que forma parte de tu vida. Al donante habitual le fastidia llegar a los 70 y no poder hacerlo más. Se preguntan ¿qué diferencia hay entre ayer y hoy? Si estoy bien... Sienten lástima de verdad. Sufren más en la última donación que en la primera.