El Sporting de Gijón, martirio hasta el final

En su enésima vuelta de tuerca al lateral, por donde deambularon sin echar raíces Diego Sánchez, Cote y Pablo García, Garitano dio carrete a este último. Más utilizado como falso extremo por el vasco, el preparador de Bergara le examinó en La Rosaleda como defensa zurdo. Pruebas y más pruebas en una posición muy volátil y transitada, con el gambetero local Antoñito deambulando por ahí.

De entrada, sin querer despeinarse ni propios ni extraños, el partido estuvo atragantado. Hubo un 'uy' por un remate del central Pastor en un madrugador saque de esquina. Pero por lo demás, el choque estuvo encadenado por la pizarra. Orden y cálculo, intuyendo una guerra de desgaste y conscientes de que el triunfo valía la permanencia. Aunque al empate, como mal menor, tampoco se le hacían ascos en La Rosaleda dependiendo del guion.

La tropa de Sergio Pellicer atacó con cierto brío y defendió mutando, remendándose hacia una defensa de tres centrales. Una variación táctica bien lubricada. Pasados los diez minutos, el precinto se soltó. El Sporting vio a Alfonso Herrero en dos cañonazos de Gelabert y Gaspar, siempre intentón. Y el Málaga, con un remate de Chupe boicoteado por el meta rojiblanco, a Rubén Yáñez. Un duelo pendular, pero poco alegre por abundancia de faltas tácticas hasta que aposentó.

El cuarteto de ataque del Sporting comenzó a fluir, lanzado por el fino pie de Gelabert, faro para alumbrar la mejor ocasión del primer acto. El palentino lanzó a Gaspar, que centró duro, a media altura. Cuando Otero ya se relamía con la gloria, con el pie puesto para embolsar, Nelson Monte se lanzó como una centella y envió a córner. El once de Garitano avanzaba y rondaba con frecuencia a Alfonso Herrero. Casi siempre, eso sí, con disparos de catalejo. El Málaga replicaba al espacio, más tibio y con mosqueo de La Rosaleda, con balones largos hacia sus dos extremos, atacando a Maras y a Róber Pier, arrastrados por los delanteros centro. El gallego pidió en el área de casa un penalti.

Cerca de la caseta, el Sporting gobernaba. Estaba lejos de ser un desmelene, pero el equipo movía ágil la pelota y, en sus movimientos de ataque, era alegre y frenético. Y llegaba. Las largas piernas de Gelabert cubrían cada vez más estepa. La crecida, en todo caso, moría en el dique de contención levantado por el Málaga de Pellicer, rápido para bajar la persiana y concentrando mucho patrullero de interior en fase defensiva. Y con Alfonso Herrero, por supuesto, que evitó el gol de falta de Otero y vio, desde la lejanía, las dos ocasiones potables que gastó su equipo antes de llegar al intermedio para endulzar algo el paladar. Tanto Yáñez como Herrero firmaron un primer acto sin tacha. Más tajo para el toledano, pero con un alto índice de eficacia los dos.

El partido regreso de la caseta con un susto de órdago por el Sporting, enredado y acarajado en su área. Una pugna de Gaspar con Víctor la ganó el lateral de casa, quien puso un centro al área. Larrubia cabeceó ante Róber Pier, el balón botó en el suelo, se levantó y dio en el larguero. Resopló el equipo de Garitano, que volvió a concentrarse y a volcar La Rosaleda. Siempre más meritorio al gol que el once andaluz.

Así, a la hora de juego, Gelabert aceleró con un pase a Guille Rosas. El lateral envío al área un centro que se fue cerrando y Otero, estupendo cabeceador, con muelles en las botas, se coló entre sus dos marcadores y embistió a gol. No duró mucho la alegría en casa del pobre. Apenas seis minutos, con Larrubia encarando a Pablo, centrando y con Chupe anotando uno de los goles del año.

Permanencia del Málaga

Garitano remendó justo después del estacazo, detectando descosido a la espalda de Pablo, y pasó a jugar con tres centrales. Diego entró por Gelabert. Otero pidió penalti de Murillo en una contra. Y el técnico vasco siguió refrescando piernas: Queipo por Nico Serrano. A Pablo García se le anuló un gol y, por el retrovisor, no se apreció mucha solvencia con los tres centrales, muy exigidos. Los cambios atrincheraron al Sporting, que perdió gas. Hasta que un balón colgado al área, embolsado por Chupe, que cuerpeó con Diego y le ganó la posición, fue empujado a gol por el delantero, que dio la victoria a su equipo. El Málaga, sobreexcitado y crecido por la ola que se generó en La Rosaleda, estuvo cerca del tercero. Pero no llegó. Sí la permanencia matemática.