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Dolores Fernández y su hijo, Álvaro Álvarez. D. A.
Incendios forestales en Asturias

«Fue muy angustioso. Caían troncos ardiendo. No dormimos en toda la noche»

El incendio originado de forma intencionada en Caunedo arrasó la ladera de Perlunes y puso en peligro las casas. «Aún tengo ganas de llorar»

Ana Moriyón

Gijón

Viernes, 22 de agosto 2025, 06:43

Aún con el susto en el cuerpo, los vecinos de la pequeña aldea de montaña de Perlunes, en Somiedo, explican con cierta angustia cómo ... el fuego, que se originó de forma presuntamente intencionada en Caunedo y que llevaba días contenido en el Alto La Mochada, arrasó en cuestión de horas la peña que se alza sobre el pueblo y amenazó sus casas, cuadras, animales y vidas. «Fue muy angustioso», coinciden los lugareños, que vieron cómo en pocas horas el pueblo se llenaba de bomberos mientras tres helicópteros sobrevolaban la aldea.

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Fueron momentos de gran tensión aunque, por suerte, finalmente se controló el incendio a escasos metros de las viviendas. Sin embargo, el peligro era evidente porque «caían troncos ardiendo y los bomberos no nos dejaron entrar en casa», recuerda Lorena Sanz, cuya vivienda colinda con la peña. Asegura, no obstante, que con el despliegue de medios en el pueblo nunca temió perder su hogar. Pero aunque el fuego se dio por controlado antes de la puesta de sol, la noche fue larga. «No dormí pensando que cualquier chispa podía volver a encenderlo todo», explica. Y no se equivocaba: el incendio se reactivó durante la madrugada y hubo que volver a actuar. «Estuve toda la noche en vela con los bomberos», relata Manuel Velasco, quien recuerda que lo peor eran las piedras y los troncos ardiendo que caían sobre el pueblo.

La situación fue tan delicada que los bomberos no dejaron acercarse a la ladera a los vecinos, que colaboraban desde el pueblo enganchando las mangueras y cargando agua en el río con la cuba de Manolín Rey, vecino de Aguino, «que bien se merece una medalla porque facilitaba mucho el abastecimiento a los bomberos. Sin él no hubiéramos podido hacer nada», destaca la alcaldesa pedánea, Dolores Fernández. La familia de ésta es la única que reside en el pueblo durante todo el año, al frente de una ganadería con más de ochenta cabezas, y ahora ve cómo los pastos han quedado reducidos a cenizas y tardarán años en recuperarse.

Ana Giménez y Lorena Sanz, en Perlunes. Damián Arienza

Y aunque aplaude la labor de los bomberos, lamenta que la falta de accesos rodados a las brañas, una demanda histórica para poder llegar al ganado, hubiera facilitado mucho las labores de extinción. «Estamos igual que hace siglos, sólo se puede subir andando o a caballo», lamenta su hijo Álvaro.

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Mientras, Ana Giménez, vecina de Murcia pero que cada verano pasa largas temporadas en esta aldea, recuerda lo ocurrido como algo «horrible, aún me dan ganas de llorar», relata mientras observa cómo el paisaje del que disfrutaba desde su ventana se ha vuelto completamente negro. Asegura que se vivieron momentos muy angustiosos y siente que los servicios de emergencia «tardaron en llegar», aunque valora la movilización y la solidaridad vecinal. «Hubo gente de otros pueblos que trajo hasta café y dulces para los bomberos. Estaban desfallecidos».

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