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Javier Ardines, en la playa llanisca de Cuevas del Mar. NEL ACEBAL
El concejal de Llanes Javier Ardines, el marinero que renunció a cobrar

El concejal de Llanes Javier Ardines, el marinero que renunció a cobrar

Tras seis meses de investigación, se han detenido a los primeros sospechosos del asesinato del concejal de Llanes

GLORIA POMARADA

LLANES.

Martes, 19 de febrero 2019, 10:33

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La noticia de la detención de cuatro hombres en relación al asesinato del concejal llanisco Javier Ardines ha tardado seis meses en producirse. Y ha sido en el entorno de la víctima, una persona cercana al edil de IU. A este partido, Javier Ardines se afilió a IU en 1999 tras pasar por el movimiento anti OTAN y en su etapa como concejal defendió el nuevo PGO y una gestión que rompía con el pasado.

Hombre de mar y discurso directo, Javier Ardines pasó por la política encarando de frente las tempestades y los sobresaltos que marcan el día a día municipal de Llanes. Solía recordar que su presencia en el cuatripartito integrado por Vecinos por Llanes, Foro, Partido Popular y su propia formación, Izquierda Unida, era la de un mero «invitado», necesario en aquella unión multicolor de mayo de 2015 para compensar el número de ediles «conservadores y de izquierda», que por primera vez en tres décadas desbancaban del gobierno municipal al PSOE. Y después de tres años al frente de las concejalías de Playas y Personal, Ardines imaginaba su futuro lejos del Ayuntamiento, tal y como reconocía en su última entrevista, concedida a este periódico a finales de mayo. En tono de una despedida política, lamentaba por encima de todo no haber dispuesto de más tiempo libre para «hacer más cosas» por Llanes.

Nacido en la localidad belga de Halle en 1966, era hijo de emigrantes, «como tantos que en aquellos años tuvieron que salir a ganarse el pan», sostenía con orgullo en un fragmento inédito de aquella conversación con EL COMERCIO. A la edad de nueve años regresó junto a su familia a Asturias para instalarse en la Moría, en el pueblo de la Pesa de Pría, y con solo dieciséis años comenzaba su activismo social a través del movimiento anti OTAN.

En 1999, y tras repetidas negativas a entrar en política, acabó afiliándose a Izquierda Unida y ese mismo año fue número cuatro en las listas municipales. Poco después se convirtió en coordinador local de la formación, cargo al que renunció en una ocasión, pero que acabó retomando. Hace dos legislaturas se convirtió en cabeza de lista de IU para las elecciones en Llanes, papel que repitió en los comicios de 2015. Hijo único, casado desde los 23 años, padre de dos hijos y abuelo de un niño de apenas veinte meses, Ardines aludía al «importante sacrificio personal» que había aceptado al convertirse en un representante público.

Su actividad política discurrió siempre en paralelo a su dedicación profesional, vinculada a la mar. De ella dicen sus compañeros de partido que estaba «enamorado», hasta el punto de que en el año 2000 emprendió su camino en el sector pesquero a pesar de haber cursado estudios de técnico agrícola y de invernaderos en la escuela de capataces de Villaviciosa. Al puerto se dirigía precisamente en la mañana de ayer para cumplir con sus tareas como patrón y armador de la embarcación 'Bramadoria'. Nunca llegó a su destino, su cadáver apareció junto a su coche, cerca de su casa.

Ardines no estaba liberado por sus tareas como concejal y había renunciado a las retribuciones económicas en una «decisión personal de no cobrar» al entender que «con muchas personas pasándolas canutas» se le «caería la cara de vergüenza», explicaba en la reciente entrevista. «No me considero mejor político o más honrado por no querer cobrar de la política, porque si fuese así limitaríamos los políticos a las élites», puntualizaba.

Se definía entonces como alguien que «algo sabe de la política de Llanes» y defendía las diferencias existentes entre lo municipal y lo nacional. No escondía tampoco que entrar a formar parte del cuatripartito le generó desde un primer momento «muchas dudas». «Lo que está ocurriendo en Llanes no creo que esté sucediendo en ninguno de los 8.600 municipios españoles, esto es como un experimento», contaba. Pero esa aventura no tenía visos de repetirse, opción que zanjaba con un rotundo «imposible».

Firme en sus decisiones

Destacan de él sus compañeros de partido y Corporación su capacidad de defender sus principios ante cualquier persona y circunstancia y de ello dio muestra como concejal. Quería para el municipio algo más que aquel eslogan de 'Llanes, treinta playas' y llegó a sostener una posición contraria al resto del cuatripartito en la ordenanza de aparcamientos y chiringuitos de los arenales.

Era, además, uno de los ediles más activos en la defensa del crecimiento urbanístico moderado que se propone en el Plan General de Ordenación (PGO), actualmente en redacción. Ardines reconocía la existencia de «presiones urbanísticas» e «intereses económicos» y fue el único edil que manifestó públicamente su seguridad en que el Plan General de Ordenación no llegaría a salir adelante en este mandato.

Como edil de un municipio en el que la judicialización de la actividad política está a la orden del día, Ardines también se vio involucrado en varias denuncias. En los últimos meses, estas últimas llegaron desde grupos ecologistas y, también, del personal municipal. En materia laboral, el único concejal de Izquierda Unida se mantuvo como un firme defensor de una Oferta de Empleo Público que permitiese acabar con las situaciones de interinidad heredadas y que se remontaban décadas atrás. Este año afrontaba, además, un conflicto en el seno del personal del Ayuntamiento, que acusa al cuatripartito de acoso laboral. Él entendía que se trataba más bien de un malestar ante el cambio de pautas. «Se acabó salir a la compra o llegar tarde y si eso es acoso: sí, les acoso, porque se deben a los vecinos y a quienes pagan impuestos», defendía este mismo sábado.

A nivel de partido, Ardines consideró siempre un «error» la confluencia con Podemos. «Fui de los pocos que en los principios votó en contra», insistía el pasado mayo y aludía a que la suya ya «no era edad para cambiar de discurso».

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