José Luis Cienfuegos o cómo inventar un festival de cine inédito
El exdirector del FICX recordaba a la muerte de Fran Gayo su trabajo mano a mano para dar un giro total a un certamen que había pasado por diferentes etapas
Annus horribilis para el FICX, que ha visto cómo se iban, demasiado jóvenes y con demasiadas ganas de seguir viviendo entre ficciones y realidades, dos ... de sus adalides. Primero fue Fran Gayo, y no por esperado –padecía un cáncer– fue menos doloroso; después, este martes, José Luis Cienfuegos, víctima de un aneurisma que no le dio opción al adiós. El uno tenía 55 años, el otro, 60, y compusieron la pareja de hecho que recreó el festival tal y como lo conocemos, dedicado al cine independiente y de autor, abierto a explorar nuevas narrativas y formas de contar inéditas. Ellos parieron esa manera de ver y disfrutar del cine que cada noviembre abarrota las salas de la ciudad. Ellos dieron el giro de guion a un festival nacido como infantil y juvenil que pasaba por momentos de decadencia cuando Cienfuegos tomó los riendas en 1995.
Cuando Gayo causó baja en la lejana Argentina en la que había formado una familia allá por mayo, Cienfuegos, desde Valladolid, recordaba para este periódico lo que habían sido aquellos finales de los 90 llenos de ambición, de ilusión, de ganas. «Fueron años construyendo algo nuevo, pusimos en marcha un modelo de festival nacional e internacional que no existía y que se mantiene», relataba entonces emocionado, dolido, narrando con la voz acatarrada y entrecortada que Gayo le enseñó a un avilesino como él a amar Gijón, a vivirlo y gozarlo. Eran dos personalidades opuestas, cuya química funcionó y alumbraron juntos ese festival que ahora les llora.
Dieciséis años cruciales vivió Cienfuegos en Gijón hasta que en enero de 2012 de manera sorprendente y hasta brusca fue destituido vía carta para asombro de propios y extraños. Hubo hasta recogidas de firmas y una concentración en la plaza Mayor en contra de esa decisión del primer gobierno de Carmen Moriyón que no gustó nada a los festivaleros.
Se olvidó de alfombras rojas y oropeles el cinéfilo emperdernido cuando arrancó su misión en el FICX (al que también dotó de esas siglas que son ya nombre propio y mayúsculo), obvió los famoseos y se inventó un festival fresco, transgresor, de cuyo brío y 'culturetismo' en unos años de efervescencia también musical nació el célebre concepto del 'gafapasta', aún vigente. Aún sus gafas resuenan en la memoria colectiva de la ciudad para alumbrar la eterna broma urdida icono que siempre acompaña al FICX.
Él recordaba así en una entrevista sus inicios en Gijón, después de pasar por la Facultad de Psicología programando ciclos y actividades, creando el Aula de Cine, lo que le llevó a programar después para Cajastur: «Entré en el departamento de prensa del Festival de Cine de Gijón y en 1995 me ofrecieron la dirección de este certamen, algo que a día de hoy me parece una misión casi suicida, una pandilla de casi veinteañeros al mando de una muestra de más de 30 años de historia. Acometimos un cambio radical y de cierto descaro en aquel momento, hacia un festival de cine joven, independiente y arriesgado». Daba nombres ilustres que se dejaron ver por esta geografía tan al norte hasta la edición de 2011, que fue la última que él dirigió: «Aki Kaurismäki, Abbas Kiarostami, Lisandro Alonso, Pedro Costa, Claire Denis, Léos Carax… y la plana mayor del cine independiente americano: Todd Haynes, Todd Solondz, Paul Schrader, Monte Hellman, Larry Clark, etc».
Siempre tuvo claro Cienfuegos que la misión de un festival había de ser cuidar a todos los públicos y de manera muy especial a los más jóvenes, con programaciones específicas para ellos, como sucede en el FICX con Enfants Terribles que lleva a cientos de escolares a las salas cada otoño. Pero esa misma filosofía la llevó a los otros dos festivales, Sevilla y Valladolid, que dirigió. «Uno de los retos de los festivales y del cine europeo, del cine de autor en general, es que se produzca el relevo generacional, resistir a esa tendencia que es el envejecimiento de la media de edad de los espectadores que acuden a salas de cine independiente y de autor», dejó dicho.
También tenía claro que había que apoyar a los talentos emergentes, a los creadores con algo nuevo que decirle al mundo. «Es misión fundamental de los festivales apoyar los nuevos talentos, presentar sus trabajos y en la medida de lo posible cooperar en lo que es la puesta en marcha de sus futuros proyectos». Conectar público, industria y autores. Esa era su cuestión, y en ella perdió Cienfuegos mucho del placer cinéfilo en aras de centrarse en la gestión, en toda la parte no artística sobre la que se asienta la belleza que transita las pantallas.
Era un buen conversador, un tipo afable, con buen humor, siempre dispuesto a pasar un buen rato. Y vio durante sus años de vida cómo el cine fue cambiando y llegando a un hoy muy diferente a aquella juventud en la Universidad de Oviedo. Por esa razón nunca dudó del papel crucial que juegan hoy los certámenes cinematográficos en un mundo de plataformas y múltiples dispositivos para acceder al audiovisual: «Los festivales estamos para dar un plus, tenemos un presupuesto para ofrecer algo más que una programación de películas a todo trapo, non stop, de mañana, tarde y noche», afirmaba quien subrayaba que el concepto de cuidar las proyecciones aludía también a acercar a ellas a los directores. Cercanía. Esa es otra cuestión crucial y el antídoto al cambio compulsivo de canal. El cine es patrimonio.
Así lo vivió, lo vio y la defendió quien es un personaje fundamental en la historia de los festivales de cine en España: «El ciudadano tiene que comprender que tan importante es el patrimonio arquitectónico o artístico como el audiovisual». Esa era para él otra batalla, como la de defender las filmotecas. Y para que todo eso sea posible, las administraciones han de ser activas y generosas.
Así pensaba Cienfuegos, el tipo que reinventó un FICX que, tras los años con Nacho Carballo al frente, retornó a aquellos felices noventa y dos mil de mano de Alejandro Díaz Castaño, que fue su mano derecha en Sevilla y que se hizo fuerte como director bien anclado en su legado. Lo mismo que Tito Rodríguez, el actual programador que sustituyó a Fran Gayo, que llegó al FICX en 2009 y que sintió su impulso y confianza. Los hijos cinematográficos de Cienfuegos mantienen muy vivo y vibrante su FICX.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión