Coronavirus | ¿Qué pasó en la residencia pública de mayores de Grado?
El ERA pide tiempo para analizar por qué se convirtió en el gran foco de contagio. Personal del centro narra su vivencia a EL COMERCIO
CHELO TUYA
GIJÓN.
Jueves, 23 de abril 2020, 02:06
La pregunta es una y simple. ¿Qué pasó en la residencia pública de Grado? Las respuestas, sin embargo, son variadas y complejas. Desde Establecimientos Residenciales para Ancianos (ERA), el organismo dependiente de la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar que gestiona toda la red geriátrica pública asturiana, se pide tiempo. Se pide esperar a que acabe la crisis sanitaria que ha generado la pandemia de COVID-19 antes de analizar los motivos por los que el centro moscón se convirtió en el principal foco de contagio, con casi la totalidad de sus 84 usuarios enfermos, así la mayoría de su personal, y el principal foco de letalidad, con 21 fallecidos.
Sin embargo, la respuesta que ofrecen los sindicatos del comité del ERA es rápida y unánime: faltó prevención y faltó protección. Casi la misma que ofrecen miembros de la plantilla del centro moscón con los que ha hablado EL COMERCIO.
Unos profesionales que tienen claro que en la historia de este geriátrico pequeño, urbano, muy vinculado a Grado, con muchos usuarios sin patologías incapacitantes, usuarios que salían a diario por la villa, un centro con una gran participación de las familias, que iban siempre a dar de comer o cenar a sus mayores, la fecha clave no es el 20 de marzo. El día en que el Servicio de Salud del Principado (Sespa) lo medicalizó. Cuando ya había fallecido una residente y enfermado otros 57, así como 13 trabajadores.
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«La fecha clave fue el 9 de marzo», aseguran fuentes de la plantilla. Ese día, lunes, «uno de los trabajadores, un profesional especializado que presta servicio dos días a la semana en Grado y tres en la residencia de El Cristo, dijo que había estado en contacto con el equipo de la Fundación Masaveu que dio positivo en coronavirus». Un centro educativo cerrado ese mismo 9 de marzo por el Principado y que superó la veintena de casos. El mismo centro en el que prestaba servicio Avelino Uña, el jefe de estudios que, dos días después, el 11 de marzo, se convirtió en la primera víctima mortal de coronavirus en Asturias.
Justo el último día en que trabajó el profesional que había dado la voz de alerta. «Cuando avisó, el día 9, le preguntaron si tenía síntomas. Como no era así, le dijeron que a trabajar». Y así lo hizo hasta el día 11 «cuando empezó con fiebre y malestar». Al día siguiente le hicieron la prueba. El viernes 13 de marzo llegó la respuesta «dio positivo» y con ella «el cierre del centro. El jueves 12 fue el último día en el que se permitió el acceso de las familias. Desde el viernes, confinamiento». Pero confinamiento «solo en el centro, no en las habitaciones».
Pese a que el 14 de marzo el Gobierno central declaró el primer estado de alerta, ahora prorrogado hasta el próximo 9 de mayo, «aquel fin de semana de marzo se permitió a los usuarios hacer vida normal en la residencia. 'Es su casa', se nos dijo».
Pero, «el bicho ya estaba dentro». Ese mismo fin de semana comenzaron a dar síntomas algunas personas. «Tos y fiebre». Durante todo ese tiempo, «les atendimos sin equipo de protección específico». En el caso de dos usuarios que necesitaban nebulizaciones «se las hicimos sin mascarilla ni pantalla».
Ni personal extra. Una enfermera por turno. Una decena de auxiliares para dos plantas con 84 usuarios. «Llegó la supresión de descansos y algunos hicieron turnos de doce horas». Hasta que el 19 de marzo «falleció la primera usuaria». Ese día llegaron «las pruebas masivas a todos». Y los resultados: 57 usuarios y 13 trabajadores, enfermos. Y llegó la medicalización «el Sespa envió 15 enfermeras más una supervisora y un coordinador».
Desde el 20 de marzo «el centro fue un hospital». Con todos los usuarios desubicados de sus habitaciones. La cafetería convertida en control de enfermería. El comedor en almacén, con un pasillo limpio para el paso del carrito de la comida y las medicinas. Hasta el 16 de abril. Ese día, tras 21 fallecidos «a los que hay que sumar otros tres, que no figuran en la estadística, que murieron tras pasar la enfermedad», el Sespa «dejó aquí un retén de tres enfermeras y una supervisora». El objetivo, volver a la normalidad, se torna difícil. «Hay que desmontar todo un hospital. Nos han dejado solos. Otra vez. Como al principio».