Casa Marcial
Nacho Manzano habló en nombre de toda su familia al recoger la Caldereta de Honor, defender el oficio y el popular guiso marinero, el cual «estamos olvidando»
Estaban muy felices y emocionados los Manzano cuando subieron al escenario para recoger la primera Caldereta de Honor de la historia, entregada con motivo de los 25 años que cumplían los galardones que anualmente entrega este suplemento. «Que os hayáis acordado de nosotros en un año tan especial nos deja sin palabras, y también compartirlo con ellos», dijo Nacho Manzano señalando a quienes se sentaban en primera fila como él y su familia. «Con los nombres de talla mundial que han recibido la Caldereta, que estemos aquí los que estamos... no pudo ser mejor. Gracias de corazón», manifestó acompañado en el escenario de su hermana Esther y su sobrino Jesús.
Se vio el cocinero reconocido en los tres premiados que le acompañaban porque «vuestras historias son la nuestra y lo que es la gastronomía y el esfuerzo». Manifestó Nacho Manzano que su oficio esconde muchas «dificultades» y que aunque ahora «nos autoengañemos» hablando de conciliación, elegir dedicarse a esto «hace que te pierdas muchas cosas por el camino» porque «cuando tienes un negocio de estos, tu vida gira en torno a él. Lo que pasa es que nos ciega la pasión». Sí reconoció que «esta profesión se va dignificando».
También que le gusta formar equipos, lo que queda demostrado por la cantidad de discípulos que abren algo propio tras pasar por sus cocinas. Y siempre les recuerda lo mismo: «Que no tienen que hacer lo que ven en nuestra casa; que cocinar es algo muy bonito que merece máximo respeto y tan digno si trabajan en una residencia de ancianos como en un restaurante con tres estrellas Michelin o ninguna o en una casa de comidas de guisanderas». La cuestión es, aseguró, que te apasione.
«Los cocineros deberíamos premiar a EL COMERCIO por su labor con este sector»
Es lo que le pasa a toda su familia. «Somos un clan y estamos medio trastornados», bromeó, antes de incidir en que si no fuese así, «llegar aquí hubiera sido imposible». Recordó entonces a su mentor, Vitorón Bango, ganador de la Caldereta en 2006. «Cuando le dije que volvía a casa porque tenía una idea para La Salgar me preguntó si prefería ser cola de ratón que cabeza de león; no por maldad, sino porque a priori ese no era un sitio para tener un restaurante bueno». Sin embargo ahí es precisamente donde han hecho historia. Llevan tiempo haciéndola, pero este año la guinda ha sido dotar con tres estrellas Michelin a Casa Marcial.
Haciendo balance de su trayectoria, que cuenta con otros restaurantes repartidos por Gijón, Oviedo y Piloña, recordó a La Salgar, «un restaurante que se sigue echando en falta en Gijón», comentó, cerrado en 2021. Viajó aún más lejos, a los inicios y comentó haber seguido un camino «paralelo al de YANTAR». «Crecimos con ese suplemento, el cual nos daba foco», recordó, al tiempo que incidió en «lo importante que es en la vida saber de dónde venimos y tener siempre el cable pegado a la tierra». Recordó los primeros artículos en los que apareció, compartiendo páginas con Pedro Martino o José Antonio Campoviejo. «Cuando alguien divulga y te da luz , te ayuda, sobre todo si estás deslocalizado como nosotros. Y eso es algo que no se nos puede olvidar, sobre todo cuando hay un trabajo periodístico detrás. Los cocineros deberíamos dar un premio a EL COMERCIO por todo lo que ha hecho por Asturias, por su gastronomía y por nosotros», dijo, al tiempo que recordó al patriarca como lector empedernido de estas páginas. Le habría encantado estar presente a Marcial Manzano, pero no fue posible por cuestiones de salud.
Rompió también una lanza a favor de la caldereta como guiso fundamental, pero que «estamos olvidando». Él se encargaba en Casa Víctor de pelar la cebolla y el pimiento verde, aunque nunca ha preparado una. «No la tenía en carta, pero la hacía por encargo y era extraordinaria, una auténtica bacanal porque no podía haber más lujo y lujuria». La de Vitorón, enumeró, llevaba bogavante, almeja buena, nécora, tiñosu, chopa y lubina colocados por capas. «Los más puristas de ahora dirán que los pescados estaban pasados, pero bah, era brutal».