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Arturo Fernández, rodeado de butacas, como buen hombre de teatro. :: ALBERTO FERRERAS
Arturo Fernández: «Me gustaría que me recordaran como un asturiano digno que jamás quiso dañar a nadie»

Arturo Fernández: «Me gustaría que me recordaran como un asturiano digno que jamás quiso dañar a nadie»

La última entrevista ·

Con motivo de su 90 cumpleaños, el actor concedió a EL COMERCIO la que sería su última entrevista, publicada el pasado 27 de enero y que hoy reproducimos

LAURA MAYORDOMO

GIJÓN.

Viernes, 5 de julio 2019, 04:40

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Está a punto de soplar 90 velas. El próximo 21 de febrero, Arturo Fernández, gijonés que ha llevado con orgullo el nombre de Asturias por todo el mundo, cumplirá años y lo hará subido a los escenarios. 'Alta seducción', la obra con la que recaló por última vez en Gijón en el verano de 2017, le tiene estos días por tierras sevillanas.

-¿Qué es más noticia, que Arturo Fernández cumpla 90 años o que, después de todo este tiempo, siga llenando teatros?

-No sé si alguna de las dos cosas es noticia... Lo que sí sé es que ambas lo son para mí. Sevilla ya me ha hecho un regalo por anticipado: estar cinco semanas aquí y a teatro lleno.

-¿Habrá celebración especial?

-Nunca me ha gustado celebrar mis cumpleaños, aunque en casa casi nunca me han hecho caso en ese aspecto, así que me temo lo peor.

-Dígame, ¿cuántos momentos importantes se ha perdido por estar encima de un escenario?

-Recuerdo dos momentos muy dramáticos: el fallecimiento de mi padre y el de mi madre... En ambas situaciones, tremendas, tuve que subirme al escenario sabiendo que al terminar la función salía para Gijón a acompañarles en ese último viaje.

-Se resiste a envejecer y lo cierto es que tiene un físico envidiable. ¿Promete que es solo genética?

-Gracias por su apreciación, pero, de ser cierta, no se me ocurre otra razón que la genética. Quizá el estar en activo, tener ilusiones y ganas de acometer proyectos aporte.

-Los médicos ¿qué le dicen, que lo suyo es un caso digno de estudio?

-No, los médicos a mi edad siempre te dan malas noticias... Pero yo procuro no darme por aludido.

-«Mis años son un error de calendario, alguien se equivocó y me pusieron de más», dijo en una ocasión en una entrevista a EL COMERCIO. Sin embargo, tengo entendido que en realidad le pusieron de menos. Que su padre no le inscribió en el registro hasta casi dos años después de su nacimiento. ¿Cómo fue aquello?

-Según mi madre, yo nací el 21 de febrero de 1929. Digo yo que para ella sería un momento de difícil confusión. Y más teniendo en cuenta que fui su único hijo... Pero, al parecer, mi padre salió a inscribirme en el registro y se encontró con sus amigos. Decidieron celebrar mi nacimiento y se acordó de que no había ido al registro ¡¡veintidós meses después!! Así que, cuando quise entrar en la mili en lo que yo creía que era mi quinta, me encontré con que tenía que esperar unos cuantos meses más, y me quedé sin techo y comida gratis cuando más lo necesitaba.

-¿Qué queda de aquel guaje de la Puerta la Villa?

-Mucho, de verdad. La capacidad para soñar, para asombrarme, el afán de superación...

-¿El paso de los años dulcifica los recuerdos?

-Los embellece, les lima las aristas de los malos momentos vividos.

-¿Qué lecciones de vida aprendió en aquel Gijón en blanco y negro y aún mantiene presentes?

-Uy, ¡tantas! La importancia del respeto a uno mismo y a los demás, de la buena educación, del afán de superación, de la coherencia, de la honradez, del amor a la familia. También de la alegría, de la importancia de la risa, de disfrutar con lo que uno tenga... La verdad es que recuerdo aquel Gijón con los más bonitos colores. Para mí no fue nunca en blanco y negro.

-En este sentido ¿cuál es el legado que quiere dejarles a sus hijos?

-Si he sido capaz de transmitirles esos valores que yo recibí de mis padres, me doy por satisfecho.

-Como empresario y propietario de su propia compañía teatral, la más veterana del país, habrá vivido de todo en estas casi seis décadas. Épocas buenas y malas. Pero ahí sigue, resistiendo. ¿La alta comedia no entiende de crisis?

-Claro que se notó la crisis pero, como en todas las facetas de la vida, es más fácil resistir los malos tiempos cuando realizas un trabajo solvente. Cuando no sólo no abaratas lo que haces sino que te esfuerzas en hacer algo mejor, en no defraudar. Lo que sí es cierto es que la comedia, en tiempos de crisis, es una válvula de escape de los problemas cotidianos que, en España, por cierto, no es nada cara.

-Su compañía lleva el nombre de Jandro, por aquel minero asturiano que interpretó en el cine en 1965. ¿Uno de sus papeles más queridos?

-Sin duda. Una película del inolvidable pero olvidado Julio Coll de la que me siento especialmente orgulloso.

-¿Hay algún personaje que le hubiera gustado interpretar?

-El que está por venir después de Gabriel, el protagonista de 'Alta Seducción'. Y es muy difícil encontrar un personaje más divertido, tierno y aleccionador que él. Si después de más de cincuenta años produciendo, dirigiendo e interpretando con mi propia compañía tuviera un papel pendiente, no tendría perdón.

-Porque de jubilarse, ni hablamos ¿no?

-Noooooooooooooooo. El día que me jubile dejaría de ser joven... Y eso ¡nunca!

-¿Se declara un obsesionado del trabajo?

-No. El trabajo me ilusiona, pero no me obsesiona.

-Siempre será un galán de la escena española, pero a usted ¿cómo le gustaría que le recordaran?

-Como un asturiano digno y que jamás quiso dañar a nadie.

-Nunca ha escondido sus filias y fobias políticas, pero ¿en qué momento el hijo de un anarquista exiliado tras la guerra civil se convierte en el hombre de derechas que es Arturo Fernández?

-Mi padre fue anarquista en un momento en el que yo también lo hubiera sido, un momento en el que la justicia social era realmente una conquista a lograr. Igual que mi padre hubiera sido conservador, y casi lo fue a su vuelta del exilio, en una sociedad como la nuestra. Mi padre fue la última generación en la que se justificaba la ideología. Si viviera hoy, estaría reclamando orden y respeto.

-A usted, que defiende abiertamente el bipartidismo, y ya que se encuentra ahora mismo en Andalucía, ¿qué le parece la irrupción de un partido como Vox en las instituciones públicas?

-Una consecuencia lógica de la deriva que está tomando nuestra vida política. Una reacción de muchos españoles indignados ante el peligro en el que está el sistema que nos dimos por consenso todos hace cuarenta años ante la política de pactos del Gobierno de Sánchez, que parece estar dispuesto a vender la unidad de España con tal de permanecer en la Moncloa, ofendiendo a la inteligencia del pueblo español, sin querer dar cuentas de nada, pactando con independentistas, filoterroristas y comunistas trasnochados y no defendiendo, incluso poniendo en peligro, la institución que nos dota de equilibrio: la Monarquía. Que, por cierto, es el sistema que rige en los países más democráticos y desarrollados de nuestro entorno.

-¿Y si le pregunto por el debate sobre la ubicación de los restos de Franco?

-No sé si es una actuación estúpida o malvada. Nadie se acordaba de Franco. Nadie reivindicaba públicamente su figura. Y llegan estos de la memoria histórica, que no han vivido la historia que pretenden reivindicar, ni siquiera tienen conocimientos de historia, y se dedican a resucitar odios. ¿Con qué finalidad? Víctimas hubo en ambos lados y todos los que las padecimos nos dimos la mano hace muchos años emprendiendo el camino del olvido, recordando sólo lo pasado con la decisión de que no volviera a pasar. ¿A qué viene esto? Y encima sin ni siquiera saber si era legalmente posible hacerlo. O una decisión necia o una decisión malvada. No es remover los restos de Franco, sino los rencores entre personas que ni siquiera vivieron ese drama.

-Hace una semana, Gijón y toda Asturias despedía a Vicente Álvarez Areces. ¿Cómo fue su relación con él?

-Estupenda, la verdad. Y sentí mucho su prematura desaparición. Aprovecho esta oportunidad para expresar mis condolencias a su familia. Fue un político de raza y un hombre comprometido.

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