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«La industria siderúrgica está en cuidados intensivos. Conocemos los síntomas, el diagnóstico e incluso la medicación necesaria. Ahora es el momento de actuar». ... El consejero delegado de Arcelor en el Viejo Continente, Geert Van Poelvoorde, habla con crudeza de la crisis que atraviesa el sector y calcula que «todavía nos queda un año para salvar la industria siderúrgica en Europa». En una entrevista concedida al periódico belga De Tijd hace unos días, el ejecutivo ahonda en el mensaje que la multinacional de la familia Mittal traslada a la Unión Europea desde hace tiempo:es necesario tomar medidas concretas de inmediato para impedir el cierre de fábricas y la pérdida de miles de empleos.
Los elevados precios de la energía y el escaso dinamismo del mercado, debido a la creciente entrada de acero 'sucio' procedentes de fuera de la Unión Europa, impiden que la siderurgia invierta en procesos destinados a fabricar productos con menor huella de carbono. «Actualmente no existe ninguna justificación comercial para construir hornos eléctricos», señala. Este análisis de Van Poelvoorde choca con la aspiración de la dirección de las plantas asturianas de Arcelor, así como del Principado y el Ministerio de Industria, de dotar a la factoría de Avilés de una instalación de esas características, como la que se está construyendo en la de Gijón para electrificar la acería. Es la opción que pasaron a respaldar los responsables políticos después de la siderúrgica anunciara la paralización de las inversiones en las plantas de reducción directa del mineral de hierro (DRI) en Europa, entre ellas la prevista para la fábrica gijonesa.
En un principio, las administraciones mantenían que el proyecto podría asumirse con otras empresas, pero luego cobró protagonismo la alternativa de construir un horno eléctrico en Avilés y aliviar así la pérdida de capacidad productiva que se producirá con la descarbonización en los términos actuales. Si bien es cierto que el propio Van Poelvoorde declaró en diciembre, durante la visita de la comisaria Teresa Ribera a la planta de Gante, que la multinacional decidió abordar la construcción del horno eléctrico de Gijón porque cree «que el entorno y el precio de la electricidad basado en la solar en España estarán en un nivel que permita invertir».
El máximo responsable de Arcelor en el Viejo Continente pone sobre la mesa las dificultades para mantener la producción en territorio comunitario, frente a las ventajas que ofrecen otros. «Las cosas a veces pueden ponerse sombrías en el comité ejecutivo cuando me siento entre mis colegas de otras regiones», reconoce. Y profundiza en la explicación: «Europa es la única región de toda la compañía donde no hay crecimiento. Esto es muy doloroso para un grupo europeo. Apenas el 10% de las inversiones del grupo llegan aquí, mientras que el 45% de nuestro personal tiene su base aquí. Esto no es sostenible».
Todavía no se ha trasladado ninguna actividad productiva a países de fuera de la Unión Europea, pero ese es el siguiente paso, apunta el ejecutivo belga: «Si nada cambia, los cierres serán inevitables». Entra en detalle para indicar que el problema que acarrean las reducciones de la actividad es que los costes aumentan por tonelada de acero. «En algún momento hay que decidir concentrar esa producción. Si esto también se vuelve insostenible, llegará un momento en que tendremos que importar acero nosotros mismos», subraya.
Van Poelvorde reconoce que esta tendencia podría tener un impacto notable en la planta de Gante, donde la mayoría de la plantilla trabaja en tareas de cabecera, es decir, en la producción primaria del acero, como ocurre en la de Gijón, la única de España que mantiene dos hornos altos y, por tanto, la siderurgia integral. Señala Van Poelvorde que las líneas de acabado de esta fábrica belga (laminación, galvanizado, pintura...) no corren peligro, pero «también es muy importante conservar esa producción primaria» para las propias fábricas de Arcelor. «Por eso es tan relevante presentar un modelo de negocio para el horno eléctrico ecológico en Gante», recalca.
Sobre las medidas presentadas por la Unión Europea en el marco del Pacto por unaIndustria Limpia, en un primer momento, el consejero delegado de Arcelor en Europa consideró que eran «ambiciones nobles, pero de medio a largo plazo». Pero ahora se muestra más optimista porque la UEreconoce que el acero «es una industria básica y que sería inaceptable perderla».
Para evitar que se desmorone la siderurgia europea, el sector pide actuaciones urgentes en tres ámbitos: medidas comerciales para luchar contra las importaciones de acero 'sucio', una revisión del Mecanismo de Ajuste en Frontera de Carbono (CBAM) y energía más barata. Explica que «hay un grave exceso de capacidad» en el mercado del acero que perjudica especialmente a Europa por la entrada masiva de importaciones.
Van Poelvoorde considera que «las medidas comerciales para combatir estas importaciones desleales son inadecuadas y deben revisarse», sobre todo a raíz del arancel del 25%al acero anunciado por Estados Unidos. El panorama se complica más por el final de los derechos gratuitos de emisión de CO2, que empezarán a reducirse en 2026, por lo que plantea que los productores «deberían poder recibir algún tipo de descuento». En cuanto al precio de la electricidad, recuerda que para operar con el futuro horno eléctrico de Dunkerque (Francia) Arcelor ha firmado una carta de intenciones con la empresa estatal EDF para el suministro a un precio fijo, mientras que en Bélgica están discutiendo este asunto.
Las tensiones geopolíticas avivadas con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos han hecho ganar protagonismo a la industria de defensa, en la que el acero desempeña un papel crucial. El suministro para este sector «no es un problema. Mil tanques, es decir 30.000 toneladas, nos cuesta tres días de producción en una fábrica», asegura el consejero delegado de Arcelor en Europa, Geert Van Poelvoorde. De manera que el auge de la actividad de la defensa «no significa automáticamente la reactivación del sector siderúrgico. Pero, ¿qué pasa si ya no está? Si pides ese acero desde China, llegará en el mejor de los casos en entre tres y cuatro meses», subraya. En este contexto, cobra mayor importancia el Plan de Acción del Acero que la Comisión Europea tiene previsto presentar el próximo 19 de marzo. Van Poelvoorde se muestra expectante ante las medidas que propondrá el Ejecutivo comunitario para intentar salvar el sector. «Es cuestión de esperar. Pero la urgencia se ha hecho patente y la intensidad y velocidad con la que se están llevando a cabo las consultas no tienen precedentes», valora el primer ejecutivo de Arcelor en el Viejo Continente. Se pronuncia con contundencia: «Es la última llamada para la industria. Si no podemos resolverlo ahora, se acabó el juego».
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